Leer a este autor desasosiega pero es tan descarado que terminas por reírte aunque el fondo de sus palabras molesten, entorpezcan tu vida cotidiana y hurguen en tus heridas. Me parece un cascarrabias encantador, como sus personajes, ancianos solitarios que esconden vaya usted a saber qué. Su dinamismo le hace entretenido, aunque su existencialismo lo expresa de manera frustrante pero su lenguaje es muy enriquecedor y vistoso.
“El mundo ya no es lo que era. Ahora, por ejemplo, se vive más tiempo. Yo tengo ochenta y muchos, y es poco. Estoy demasiado sano, aunque no tenga razones para estar tan sano. Pero la vida no quiere desprenderse de mí. El que no tienen nada por que vivir tampoco tienen nada por que morir. Tal vez sea ese el motivo”
Así empieza el primer cuento de uno de sus libros que escribió con cincuenta y cuatro años, quizás comprendiera a los octogenarios, quizás estaba viendo su futuro, habría que preguntárselo a él pero resulta difícil de entrevistar. (Ver en EL PAIS)
Recomendable, imposible para los políticamente correctos y no apto para todos aquellos que consideran a los viejos espectros invisibles